¿Cuándo y cómo nace una nación?
Este próximo fin de semana celebraremos nuevamente el 18 y 19 de septiembre. En nuestro programa anterior, comentamos cómo se puede desarmar una nación. En el de hoy, conversaremos con Ud. sobre cuáles son las características que nos unen como una sola nación.
Estos dos días son consagrados por excelencia a sentirnos una sola familia, con un solo territorio, con un mismo pasado, en una misma raza mestiza y con misma religión católica que fue la base y la gran inspiradora cristiana de nuestra formación moral como Patria.
Todo ello nos lleva a preguntarnos qué es lo que hace que un ariqueño se sienta tan chileno como un magallánico, a pesar de estar a más de vivir a 5000 kms. de distancia y que, sin embargo, se sienta en el extranjero, si pasa a la ciudad de Tacna, que está a 58 kms de distancia, o sea mil veces más cerca de que Punta Arenas.
Podrán varias las circunstancias, las psicologías, los acentos, el color de la piel, las expresiones, el temperamento, la culinaria, en fin todas las características propias de cada región, sin embargo, el denominador común para todos es el de ser chilenos.
Estas consideraciones no las formulamos por mero nacionalismo patriotero. Sería poco serio tratar de un tema tan importante, sólo por meros sentimientos nostálgicos, por más justos, razonables y simpáticos que ellos nos puedan parecer.
El tema se encuentra en lo más profundo de las realidades y del modo como procede la naturaleza humana en la conformación de las unidades, que a partir de la más básica de ellas, que es la familia, se va conformando hasta constituir una nación.
Para explicar este proceso de conformación nacional, nos serviremos del libro: “Nobleza y élites tradicionales, en las alocuciones del Papa Pio XII”, escrito en 1993 por el Profesor Plinio Corrêa de Oliveira.
Pasemos al texto de su libro.
El autor se pregunta, cuándo se puede decir que nace una nación, y responde que: “Cuando un conjunto de personas naturales, grupos sociales y personas jurídicas, orientadas hacia el bien privado (…) llegan a aglutinarse en un todo nítidamente diferenciado de lo que está fuera de él y pasan a constituir un circuito cerrado de carácter étnico, cultural, social, económico y político, y cuando, a su vez, este todo no se deja abarcar o federar en ningún otro circuito más amplio, se constituye ipso facto, una nación”.
La definición es particularmente feliz, pues ella nos hace como que ver el preciso momento que se da a luz un país. De todas esas características hay dos que se deben resaltar: Primero: es el de un conjunto social que se distingue de todos los otros; Segundo: que no se deja abarcar por ninguno que no sea él mismo.
Es decir, respondiendo a la causa por la cual el chileno de Arica se siente en su Patria, igual que el magallánico a 5000 kms de distancia, y no se encuentra igualmente en su patria en Tacna, a 60 kms. de distancia de donde él vive, es porque lo que los identifica, tanto al ariqueño cuanto al magallánico, no son los kms., de cercanía o de lejanía territorial, sino la de pertenecer a ese “circuito cerrado de carácter étnico, cultural, social, económico y político, y cuando, a su vez, este todo no se deja abarcar o federar en ningún otro circuito más amplio”.
Cabe preguntarse entonces cuáles son las características de “ese circuito cerrado” chileno que no se deja “abarcar por ningún otro”.
No hay duda de que el primer “retratista” de nuestra identidad nacional, fue el español Alonso de Ercilla, hombre que venido desde lejanas tierras, se encontró con una raza distinta a lo que él había conocido y con características propias que lo sorprendieron.
¿Qué nos pintó Ercilla, en su cantar de gesta, de la psicología de los primeros habitantes de este Chile que él conoció?
“Chile, fértil provincia, y señalada
En la región Antártica famosa,
De remotas naciones respetada
Por fuerte, principal y poderosa;
La gente que produce es tan granada,
Tan soberbia, gallarda y belicosa,
Que no ha sido por rey jamás regida
Ni a extranjero dominio sometida.
Los que están a la guerra dedicados
No son a otros servicios constreñidos,
Del trabajo y labranza reservados
Y de la gente baja mantenidos:
Pero son por las leyes obligados
Destar a punto de armas proveídos,
Y a saber diestramente gobernallas
En las lícitas guerras y batallas.
Estas estrofas, nos arrojan una primera característica nacional: la combatividad. Es curioso que a través de ellas podemos ver una diferencia de rango y trato entre los mismos mapuches. La primera “clase era la de los combatientes”, quienes no tenían otra obligación sino la de estar listos para pelear; la otra, encargada del trabajo manual y de la labranza, correspondía a la gente “baja”, cuya obligación era de mantener a los primeros.
Por lo anterior, no fueron nuestros antepasados mapuches un pueblo que se dejó vencer sin resistencia. Al contrario, dieron dura y permanente batalla, lo que sumado a las características también combativas de nuestros antepasados soldados españoles que aquí llegaron, conformaron una nación con temple de guerreros.
Sumado a lo anterior, a lo largo de los siglos posteriores, todos los visitantes europeos, tanto el periodo colonial y con posterioridad a la Patria Nueva, dejaron un retrato curioso y, en cierto sentido, contradictorio con esa característica de la combatividad: es el modo gentil y familiar de las relaciones sociales.
No hay duda que para forjar tal característica contribuyó como nada la influencia de la Iglesia Católica a lo largo de los siglos.
Fue ella la que predicó la caridad y el amor al prójimo tanto a los nativos cuanto a los recién llegados, y de esa prédica nacieron dos estrellas, que a su modo, son una concreción de las perfecciones religiosas y civiles que de un modo más o menos general nutrieron a las familias chilenas: Santa Teresa de los Andes y el beato Ceferino Namuncura. (no se acentúa la ra final)
Este último, aunque nacido del lado Argentino de la cordillera de los Andes, pertenece, sin embargo a la misma sangre de los mapuches chilenos. Fue uno de los hijos de Manuel Namuncura, integrante de las fuerzas indígenas que lucharon contra el Ejército Argentino y nieto del caudillo mapuche Calfucura. Su madre era la cautiva chilena Rosario Burgos. Ya vemos en él uno de los tantísimos mestizos que conformaron la nacionalidad chilena, por más que les pese a muchos indigenistas raciales pro apartheid.
En 1887, el 24 de diciembre, en vísperas de Navidad, Ceferino fue bautizado por el misionero salesiano padre Domingo Milanesio, evangelizador de los pueblos originarios. A los 11 años, le pidió a este salesiano que lo llevara a estudiar para luego regresar y así poder enseñar a los de su pueblo. Por esto mismo los extremistas del indigenismo han hecho un profundo silencio sobre las virtudes heroicas de su consanguíneo.
Y para concluir con algunos trazos de nuestra identidad nacional, digamos algo sobre el aporte de la sangre de inmigrantes alemanes e ingleses; los primeros afincados en el sur de Chile y los segundos principalmente en la ciudad de Valparaíso, junto con italianos y otras nacionalidades europeas.
De ellos heredamos dos virtudes destacables. Del pueblo alemán, el gusto de la disciplina militar, impuesta en la formación de las Escuelas militares a partir de la década de los 70’ del siglo XIX.Tambien fueron ellos los que desbravaron la tierra sureña y al mismo tiempo sus mujeres impusieron la gastronomía que hasta hoy la caracteriza por sus rico kuchenes.
De los ingleses heredamos, el gusto por los negocios, por el lado práctico y puntual de la vida. No es por nada que por mucho tiempo fuimos llamados, “los ingleses del Continente”. Mucho más se podría decir de la identidad nacional, lo invitamos a Ud., estimado radioyente, a completar este cuadro con sus propias observaciones, le aseguramos un entretenido trabajo cultural.
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Finalizamos nuestro programa deseando a todos nuestros radioyentes, a sus familias y en especial a quienes trabajan en esta SU emisora, una gran y feliz Fiesta Patria.