La perturbación de la conciencia y el delirio
Muchas veces, los perturbados de la conciencia sufren también de los llamados desvaríos, lo que les hace desgajarse de la realidad
POR JORGE ABASOLO
Las manifestaciones o sintomatologías de quienes sufren estados deliriosos (llamados también delirantes) se pueden dividir en dos series de fenómenos: las vivencias y las percepciones delirantes. La presencia abundante de las primeras es propia del delirio agudo. El predominio de las segundas es típico de la demencia.
Las vivencias delirantes u oníricas son especie de ensoñaciones bruscas en las cuales el enfermo se cree lo que no es. Por ejemplo, si ha estudiado Derecho pero ha sido reprobado, no le importa gran cosa. Él se siente, camina, piensa y hasta habla como abogado.
Otra característica es cambiar constantemente de opinión. Un día asegura una cosa y a la semana se puede desdecir con absoluto desparpajo. No se pondrá rojo ni se le moverá un músculo. Y no es que sea un desvergonzado o care ‘raja. Es su personalidad bifrontal, esa que lo hace separarse de los hechos con la misma facilidad con que abraza los mismos.
La medicina ha demostrado que este tipo a este tipo de perturbación mental no se llega de la noche a la mañana o de manera abrupta. Generalmente el perturbado mental ha sufrido con anterioridad ataques de pánico y trastornos obsesivos compulsivos, los que se denomina habitualmente como TOC.
Esta patología es particularmente peligrosa cuando se ejercen cargos públicos. Por ejemplo, en la política, pues sus decisiones suelen afectar a una gran parte de la ciudadanía. El delirio del perturbado mental se manifiesta en su forma de vestir y pequeños tics nerviosos que es incapaz de dominar. Por ejemplo, le da lo mismo usar corbata o no, puede asistir a ceremonias con los zapatos rotos y hasta hurgarse la nariz en público para sacarse uno que otro moco. En cuanto a sus hábitos, suele saludar a gente inexistente y culpar de todo a los demás, no reparando que él mismo está de más.
Como el perturbado mental vive dos mundos, uno real y otro ideado por su delirio, suele confundir las ideas con las simples opiniones. Cuando sus propios camaradas de partido le piden que admita su error, el enajenado mental suele recurrir a la excusa, pensando que ello lo expiará de toda responsabilidad.
El delirante suele hacerse rodear por una cohorte de fanáticos, practicando el amiguismo y el nopotismo de manera simultánea. Sabe que el dinero todo lo corroe, y de esta manera compra conciencias y obliga a sus seguidores a rendirle pleitesía o caer de hinojos ante sus delirios.
En su deformación de la realidad, el EM (enajenado mental) suele cambiar el nombre de las cosas, en vez de las cosas mismas. Esta práctica es de vieja data, pues lo de cambiar los nombres sin cambiar las cosas es lo primero con que se intenta engañar al pueblo en todas las llamadas revoluciones.
El perturbado mental es un tipo que pierde la relación espacio/tiempo. Esto explica que pueden viajar todo un día y no llegar a ninguna parte.
(Dedicado respetuosamente al Presidente de la República para que, como dicen los gringos, wake up to reality. Es decir, en buen chileno, “se pegue los alcachofazos”) ,
Miércoles 19 de octubre de 2022