En las últimas semanas, miles de chilenos nos unimos para respaldar una valiente decisión tomada en la Cámara de Diputados: recomendar la suspensión del programa que permite intervenciones ideológicas y terapias de “cambio de sexo” en menores de edad, incluso desde los tres años, muchas veces sin el consentimiento de sus padres.
La respuesta ciudadana fue contundente. Más de mil personas firmaron nuestra carta pública en defensa de los derechos de los niños y de la autoridad de los padres, y esas firmas fueron entregadas directamente a los diputados que impulsaron y aprobaron este acuerdo.
En un clima político donde muchas veces prima el temor a enfrentar a los lobbies ideológicos, esta votación marcó un hito. Los diputados que apoyaron la medida defendieron lo que muchos chilenos pensamos, pero pocos se atreven a decir: los niños deben ser protegidos, no adoctrinados, y los padres tienen el derecho y el deber irrenunciable de educar a sus hijos, sin imposiciones del Estado ni de grupos de presión.
Este triunfo parcial en la defensa de la infancia nos recuerda algo fundamental: cuando la ciudadanía se organiza, se informa y actúa, es posible frenar iniciativas dañinas y recuperar el sentido común.
Como recordamos en la carta enviada:
“Hombre y mujer los creó”.
La lucha no termina aquí. El peligro de que estas ideologías regresen con nuevos nombres y estrategias es real. Por eso, debemos permanecer alertas, movilizados y firmes en la defensa de la verdad y la dignidad humana.
A todos quienes firmaron, compartieron y difundieron esta campaña, nuestro más profundo agradecimiento. Los diputados saben ahora que no están solos, y que cuentan con un pueblo dispuesto a defender a sus hijos.