“Por sus frutos lo conoceréis”. El triste final de las hijas (e hijo) de Karl Marx

 

San Mateo nos transmite una frase de la Sabiduría divina de Nuestro Señor que ha ayudado a todas las generaciones a poder discernir los falsos profetas de los verdaderos.

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: ‘Cuidado con los falsos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. A ver, ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis’.»

Veamos cómo se aplica este sabio principio a uno de los “profetas más nombrados del siglo XX y XXI, Carlos Marx.  Sobre sus malos “frutos” se podrían escribir enciclopedias, pero como este programa se dirige a la familia, veamos cuáles fueron los frutos en su propia familia.

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Pasamos a entregar una reciente reseña aparecida en la prensa diaria.

El Festival de Cine de Venecia anunció hace un año las películas que participaron en su certamen de septiembre pasado. Entre estas, “Miss Marx”, de Susanna Nicchiarelli, basada en la historia de Eleanor Marx, la menor de las tres hijas del ideólogo del comunismo, cuya vida terminó tristemente. Sus hermanas tampoco tuvieron mejor final.

La vida privada de Karl Marx, el filósofo que inspiró a líderes comunistas como Lenin, Stalin y Mao, y la de su familia dieron de qué hablar a fines del siglo XIX y principios del XX por episodios controvertidos que quizás hubiesen derrumbado el mito tejido a su alrededor. Entre estos, los trágicos finales de sus hijas —uno de los cuales fue expuesto en un filme—, así como la existencia de un hijo no reconocido.

Marx, alemán de origen judío nacido en 1818, provenía de una familia de clase media acomodada. En 1847, en Londres, fundaría la Liga de los Comunistas —junto a Friedrich Engels—, de la que surgiría el Manifiesto del Partido Comunista (1848).

Marx se casó en 1843 con la aristócrata prusiana Jenny von Westphalen, cuya familia descendía, lejanamente, de la Casa de Estuardo, la dinastía que reinó en Escocia. Jenny prefirió seguir a Marx, una decisión que le costó su exilio y llegar a vivir en la pobreza. Varios biógrafos cuentan que Marx incluso despilfarró la herencia de su esposa y que gracias a ese dinero pudieron comprar una casa en un acomodado sector de Londres, cuyo valor estaba muy por sobre sus capacidades económicas.

El matrimonio (tuvo siete hijos, cuatro de los cuales no sobrevivieron a la infancia. Solo llegaron a edad adulta sus hijas Jenny, Laura y Eleanor.

Jenny, la mayor, era un poco frágil. y falleció en Francia en 1883; dos meses después su padre moriría en Londres. Ella Nació en 1844 y se casó con el activista francés Charles Longuet en 1872.

Nació en Bruselas, en 1845, durante el exilio de sus padres. En Londres conoció a Paul Lafargue, un socialista español nacido en Cuba, nacionalizado francés y de paso en la capital británica, donde trabajaba para la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT). Se casaron en 1868, fueron perseguidos por militar en movimientos revolucionarios y enfrentaron la pérdida de tres hijos pequeños. Ayudaron a introducir el marxismo en Francia y España, y también a traducir al francés “El capital” (1867), la principal obra de su padre.

Como sus padres, la pareja enfrentó problemas financieros, pero con el tiempo logró estabilizarse. La vida de Jenny fue golpeada por la enfermedad y la muerte de dos de sus seis hijos cuando eran pequeños.

Cuatro meses después, a la edad de 38 años, moriría de cáncer de vejiga en Francia, donde se había radicado con su familia.

Otra hija de Marx, Laura, se casó con Paul Lafargue, quien criticaba el sistema capitalista a través de su ensayo “El derecho a la pereza”, proponía la defensa del sueño y la reducción de la jornada laboral a menos de 3 horas, para así “trabajar lo menos posible y disfrutar intelectual y físicamente lo máximo posible”. En 1895, Laura y Paul heredaron la obra y dinero del amigo íntimo de los Marx, Friedrich Engels, quien los designó como sus sucesores.

Sin descendientes y convertidos en dos referentes del movimiento obrero, el matrimonio había acordado que cuando la salud de ambos los comenzara a limitar se quitarían la vida. El 25 de noviembre de 1911, en París, “van al cine, compran un dulce en una pastelería y cuando regresan a su casa se suicidan; habían planificado al milímetro su decisión”, contó a la BBC Juan Manuel Aragüés, académico de la U. de Zaragoza. Incluso, la pareja se preocupó de dejarle suficiente comida y agua a su perro, Nino, para que sobreviviera varios días. Ella de 66 años y él de 69, sellaron más de 40 años juntos tomando ácido de cianuro. A su funeral asistió, entre otros, Vladimir Lenin.

 

La hija del medio, Eleanor, sobre la cual versará la película también se suicidó. Una de las versiones dice que ella le habría pedido a su empleada que fuera a comprar una receta que iba dentro de un sobre. La orden pedía cloroformo y ácido prúsico para perro, firmado con las iniciales “EA”, las mismas de su traicionero amante, y acompañada de una tarjeta que decía “Dr. Aveling”. La empleada le entregó el encargo a Eleanor, quien se fue a su habitación y se lo tomó.

Por último, Marx tuvo otro hijo, de nombre Freddy, quien fue fruto de una relación ilícita con la empleada doméstica de la casa, Helene Demuth. Freddy fue criado por una familia obrera y llevó el apellido de su madre, Demuth.  Marx le habría pedido a su íntimo amigo Friedrich Engels  —que era soltero— que lo hiciera pasar por suyo, a fin de que su esposa no sospechara que el hijo era de él. Y Engels, que por años apoyó económicamente a los Marx, aceptó, a fin de evitar un quiebre entre Karl y Jenny; sin embargo, el niño no llevó su apellido ni vivió con él.

Trabajó como herrero, llegó a ser ingeniero mecánico y cofundó el Partido Laborista de Hackney, en Londres. Se casó con Ellen Murphy en 1873 y tuvieron un hijo, Harry. Pero esta lo abandonaría, a él y al hijo, por seguir a un soldado.

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Triste fin para quien fomentó la destrucción de la familia y de la propiedad privada. Las dos instituciones le cobraron, por así decir, en su propia sangre, las consecuencias de su nefasta prédica.

Es difícil entender cómo, todavía en el siglo XXI hay incautos que se dejan arrastrar por los cantos de estas sirenas, que no son sino “falsos profetas”

 

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