Con anterioridad al plebiscito del 2020, S.E. consideró oportuno manifestarse a favor de una nueva Constitución. Al respecto, S.E. fue categórico: "Es indudable que hay que cambiar la Constitución."

Para apoyar esas declaraciones, incluso ofreció las iglesias de la Arquidiócesis a fin de que se realizaran “cabildos ciudadanos” de preparación. Sin embargo, posteriormente declaró: "Me cuesta entender que, si la Constitución comienza diciendo que todas las personas tienen derecho a vivir, se legalice la muerte en un aborto."

Pasados dos años de esas declaraciones, hoy Chile se encuentra con una Convención Constitucional que acaba de recibir, como primera iniciativa ciudadana, la propuesta para introducir el aborto libre y los derechos sexuales y reproductivos, como derechos fundamentales.

Estamos pues delante del peor escenario posible. El texto jurídico más importante del Estado de Chile podrá establecer, como derecho fundamental, poder matar a los inocentes en el vientre de sus madres.

De ser aprobado un texto que consagre el derecho de asesinar a indefensos, además de un crimen de lesa humanidad, constituirá una apostasía formal delante de las enseñanzas divinas, establecidas en los 10 Mandamientos: “No matarás”.

La Iglesia católica siempre enseñó que no es lícito contribuir con su voto a favor del aborto: “Un cristiano no puede ni participar en una campaña de opinión en favor de semejante ley, ni darle su voto, ni colaborar en su aplicación”. (Congregación para la Doctrina de la Fe).

De acuerdo con las disposiciones establecidas por ley, el País deberá aprobar o rechazar a mediados de este año, en un nuevo Plebiscito, el texto propuesto por la Convención Constitucional.

Hay, por lo tanto, seis meses de plazo para que S.E. en conjunto con todos los señores Obispos recuerden de modo, al menos tan claro y público como fueron sus primeras declaraciones a favor de una nueva Constitución, que, en el caso de incluir el derecho a matar a los inocentes, ella no puede ser votada favorablemente por ningún católico.

Permítanos agregar Excelencia Reverendísima que una omisión de nuestros Pastores en esta emergencia histórica constituiría una mancha indeleble en la misión salvífica que les está encomendada.

“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué se hará salada otra vez? Ya para nada sirve, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres”. Mateo 5:13